sábado, 23 de enero de 2010

La Fama

A veces me imagino famosa. De hecho, cuando era pequeña no había fantasía más frecuente en mis juegos que imaginarme una cantante de éxito en pleno escenario con el público arrebatado con mi espectáculo. Otras veces era una persona completamente anónima a la que accidentalmente un artista la invitaba a cantar y era descubierta aparatosamente a lo “A Star is born”. Pero hasta ahí. Punto. Finito. El final. Desde entonces miro la fama como un enemigo natural más que como un sueño. Sí, me gusta que a la gente le guste mi trabajo, pero de ahí a que la autora de este trabajo se vuelva famosa son otros veinte pesos.

De solo pensar en todo lo que me voy a perder si me hago famosa me da espeluco. ¿Quién no ha tenido una cena hermosa, con una buena copa de vino, música romántica de fondo y uno mirando enamorado a los ojos de su pareja? Cuando más romántico está todo, cuando crees que se te va a declarar o a decirte que eres todo lo que él soñó llega un fanático a interrumpir para decirte que siempre te ha admirado, que sigue de cerca tu carrera y que le des un autógrafo. Sin contar el que viene a retratarse contigo. ¡Mano que bajón! Caminar por un centro comercial, imposible. Divertirte, peor aún. Amar a tu pareja en público, ni pensarlo. Sería como andar todo el tiempo con una cámara de televisión en directo revoloteando tu cabeza como si fuera una nube.

¿A quién no le gusta hacer maldades de vez en cuando? Si eres famosa, nada que ver. ¿Andar con tu ropa más cómoda? ¡Jamás! ¿Decir un buen coño cuando te golpeas? ¡Ni pensarlo! Un peito, una caída, una sonrisa, una lágrima, bailar ridículamente, decir lo que te da la gana y como te dé la gana o sencillamente divertirte.....nada de eso puedes hacer tranquilamente si eres famosa. ¡Hasta que se te salgan los mocos es un problema! Tienes que renunciar a esas riquezas sencillas y cotidianas que son las únicas que se van contigo a la tumba, porque la fama, más que un regalo es una carga muy pesada, una responsabilidad demasiado grande. Es renunciar a tu esencia por un poco de reconocimiento. Y a mí señores, mejor que me dejen en el anonimato que es donde más se goza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario