domingo, 26 de junio de 2011

La civilización blanca

Acaban de encontrar en el Amazonas una tribu nueva que nunca ha tenido contacto con el hombre blanco. Se descubrieron gracias a fotos de satélite donde se veían los claros dentro del bosque del Amazonas con sus chozas y sus cultivos. De ahí, pasaron a una inspección aérea con aviones. Invariablemente esta información hace que mi mente vuele como la de un niño. Si nunca han visto la civilización ni al hombre blanco, entonces, ¿qué pensarán estos indígenas cuando ven un avión sobrevolar sus aldeas? Si yo hubiera sido uno de ellos les aseguro que ahora estaría muerta del miedo pensando que esa ave gigante y amenazadora va a venir a comernos, porque desde el cielo nosotros parecemos hormiguitas en comparación con el avión.



Supongo que los científicos ya estarán haciendo planes para presentarse de entrometidos a sus aldeas como si tuvieran algo bueno que ofrecerles. Dañarán a esos seres puros con artificios de hombre moderno como cepillos de dientes, espejos, cucharones y ollas. Ellos que tan felices estaban con sus talitas y sus vidas sencillas donde solo tenían que cazar, cultivar su patio, hacer muchachos y dormir, ahora querrán cambiarles su estilo de vida. Ya llegarán los metiches a jeringarlos con la excusa de estudiarlos cual conejillos de indias y así les pegarán sus catarros, varicelas y toda suerte de enfermedades de hombre blanco a los cuales no están acostumbrados y que pueden matarlos con facilidad. Así fue como los españoles acabaron con la mitad de nuestros Taínos, estornudándoles encima.



Otros que llegarán serán los misioneros religiosos. Vendrán a decirles que su dios no es el verdadero, que hacer muchachos sin casarse es pecado y que tienen que vestirse porque andar desnudo por ahí es de mala educación. ¿Qué importa que adoren al sol, al viento y la luna? Dios sabe que el asunto es con Él y no le importa el nombre que le pongan. Él entiende todos los idiomas y ama a todos sus hijos por igual. Probablemente ellos lleguen al cielo primero que nosotros que tenemos tantos vicios y prejuicios.



En conclusión, que hubiera sido mejor que nunca los descubrieran. O mejor aún, que el hombre blanco aguante su afán de conquista y nunca llegue hasta ellos a contaminarlos con “civilización”.



Lo único que espero es que los indios le salgan caníbales y se los almuercen a todos.

Soy limpia ¿y qué?

Ahora en el verano he adquirido una rutina diaria nueva. Después de desayunarme, friego, lavo algo de ropa y recojo los regueretes antes de irme al gimnasio. Hoy no me puse los audífonos como suelo hacerlo como método para concentrarme en mi tarea y terminarla. Recuerden, tengo déficit de atención y necesito tener toda suerte de estrategias para terminar lo que comienzo, por lo que los audífonos me mantienen enfocada y robotizada hasta que termino. Hoy con el apuro no me los puse, lo que le dio ventaja a mi mente para meditar sobre “el por qué el cangrejo se babea”.


Restregando la estufa recordé una frase que he oído en boca de algunas de mis amigas con demasiada frecuencia (más de lo que desearía). En muchos momentos de mi vida, al menos una vez al año, me topo con alguna de ellas que me presume muy ufana: “Es que yo soy bien limpia. En mi casa todo tiene que estar inmaculado” Siempre que escucho la frasecita paso por el mismo proceso. Primero pienso: “¿qué sacará ésta presumiendo de ser limpia? ¿Será que piensa que yo no lo soy? ¿Será que ha ido a casa y ha visto el cuarto de mis hijos?” Luego de esto paso a la segunda etapa: “yo no soy tan limpia como tú porque tengo cosas más interesantes que hacer como leer, escuchar música, pasear, ir al gimnasio y atender a mi familia.” Como tercera etapa y conclusión del proceso me digo: “si yo fuera a presumir de algo, de lo menos que presumiría es de ser limpia.” Y no piensen que no lo soy, es que sencillamente creo que tengo mejores cualidades para presumir y no de mis dotes de sirvienta. Esta frasecita es una extensión de la crianza machista en la que crecimos donde se piensa que la mujer solo sirve para los quehaceres del hogar, y yo me resisto furiosamente a esto.

Mis abuelas maternas eran maestras (digo “mis” porque mi mamá tenía dos madres, una de crianza y una biológica, y éstas eran hermanas). Ellas nacieron en cuna de oro y nunca tocaron una escoba. Se dedicaban el día a leer y estudiar. Fueron ellas quienes moldearon nuestro carácter con sus enseñanzas y ejemplo. Por lo tanto, para nosotras el intelecto es mucho más importante que un piso reluciente. Mantenemos nuestras casas limpias por obligación no por gusto.


Por lo tanto, la próxima vez que alguien me diga: “es que yo soy bien limpia”, le responderé, “¡ay fíjate, y yo soy bien inteligente!”.u´w

Ojo por ojo

En el 2004 Amaneh quedó desfigurada porque un hombre a quien ella rechazó como enamorado le echó ácido sulfúrico en la cara como venganza. La ley islámica iraní contempla todavía la Ley del Talión, o sea, ojo por ojo, diente por diente. El hombre ha sido condenado a recibir 10 gotas de ácido sulfúrico en cada ojo como castigo.

Sé que lo que voy a comentar va a escandalizar a muchos pero……si por mí fuera no le echaba 10 gotas, LE ECHABA 20!!! Lo siento, sé que dirán que mi alma tiene que evolucionar, o que el poder del perdón es sanador, o que reencarnaré en sapo como castigo por el retroceso. No me importa, sigo pensando que yo le echaría 20. Pero, claro está, no todo es tan justo como parece. Supongo que me preguntarán, “¿por qué le van a echar gotitas en los ojitos cuando el tipo le desfiguró el rostro completo a la muchacha?” Pues el asunto de las gotas viene porque la joven en cuestión quedó ciega debido al ataque. ¿Cómo lo ven ahora? Desfigurada y ciega. Al hombre solo le van a echar unas gotitas en los ojos mientras que a ella le echaron un chorro en el rostro. El tipo quedara cieguito y todo pero con los cachetitos sanitos y coloraos. No señor!! Si vamos a aplicar la Ley del Talión que sea de igual a igual. Nos vamos de monstruo a monstruo y nos quedamos quietos. Entonces sí.

Hasta ahora, con todo lo escandalizador que sea el asunto, da a pensar que se está haciendo justicia, que por fin un país musulmán le hace justicia a una mujer. Recuerden, para ellos las mujeres somos impuras, engendros del mal, poco menos que la tierra por donde pisan. Ellos podrán intentar callar la opinión pública dando semejante veredicto, pero a mí no me convencen. Según la polémica ley, el castigo debe ser llevado a cabo por la víctima, o sea, será la misma Amaneh quien eche las gotitas en los ojitos del agresor. Pero, ¡¡¡¿alguien me puede explicar cómo si la chica es ciega?!!! Como verán el asunto es más complicado de lo que parece.

Mi consejo a Amaneh: hija, cógelo suave. Manda a amarrar bien al tipo acostado en una mesa. Pide un gotero bien grandote y comienza a echar las gotitas con mucha calma, ¡¡que nadie te puede sacar en cara que no tengas buena puntería!!

Un búnker para el apocalipsis

Acabo de leer una noticia donde habla de un hombre en Rusia que se está haciendo rico fabricando “bunkers”, o refugios en buen castellano, para cuando llegue el fin del mundo. Sus clientes, claro está, son millonarios que no tienen en qué más gastar sus billetes.


Como supondrán, la idea me dejó con la cabeza dándome vueltas. ¿Para qué rayos quiere esa gente sobrevivir en un mundo donde todos los demás estaremos muertos? Digo, a mí que me encanta hablar, no tendría con quién sino conmigo misma, y eso es aburridísimo. Aunque supongo que si ellos invierten en una cosa de esas será con la idea de que se refugien dos o tres más con ellos. Me imagino que se meterán ahí con la mujer, los hijos, el gato, el perro, la sirvienta y el mayordomo. Porque después que pase el cataclismo y la humanidad se termine no habrá a quién joder, así que la sirvienta y el mayordomo tendrán que quedarse con sus jefes para que ellos se diviertan dando órdenes.


Otro al que tendrían que incluir sería al jardinero. Porque me imagino que si lo que cae en la tierra arrasa con todo, también arrasará con la comida. Por lo tanto, el jardinero es indispensable para que cultive dos o tres tomates en las jardineras del bunker para que tengan algo para echarse a la boca. Porque por más comida que almacenen, algún día se acabará y entonces peligrarán el mayordomo y la sirvienta.


Oye, que por más que le doy vueltas no lo entiendo. Para qué sobrevivir si no tendremos a los amigos, no podremos ir a ningún lado, no tendremos qué comer y no se podrá salir afuera ni para botar la caca del perro. En un mundo así ya los chavos, la fama y el poder no servirán para nada. Encerradito en tu bunker de lujo tendrás la ventaja (o debería decir desventaja) de vivir algunos meses más, solito, muerto de hambre y cagao del susto porque no te atreverías ni a asomarte por la puerta para ver qué rayos quedó allá afuera.


Si yo fuera millonaria y tuviera la certeza de que el mundo se acabará en el 2012, entonces, en vez de botar los chavos en un bunker los gastaría dándome gustos, paseando, bailando, comiendo y bebiendo hasta la saciedad, cosa que cuando llegue el caos me coja con el corazón contento y la barriga llena.


Que total, si nos vamos a morir todos, ¡seguimos la fiesta en el cielo!

El día de las madres

Hoy es día de las madres. He leído infinidad de mensajes de felicitación por parte de todos. Porque todos somos hijos, ¿o no? Hay quienes felicitan a sus madres, otros felicitan a las madres de sus hijos e incluso, madres felicitando a sus hijas en este día que conmemora el trabajo más arduo que existe en la vida. Porque darle vida a un ser humano y moldear su personalidad intentando que sea una persona decente y de provecho es el trabajo de más responsabilidad que existe en el mundo. Nos esforzamos toda una vida para que cuando lleguemos al final del camino y Dios nos pregunte: "bueno, ¿qué hiciste con la vida que te dejé crear?", podamos contestar: "Ahí los tienes Señor. Seres humanos buenos, decentes y temerosos de Tu Presencia."

Pero hoy yo quiero felicitar a todas las mujeres que, en todo momento y con muchas personas que no son sus hijos, ponen en práctica sus habilidades maternales. A esas amigas que me consuelan, me abrazan y no me dejan caer cuando estoy triste con la misma ternura con que lo harían con sus hijos. A esas mujeres que celebran mis triunfos, me aconsejan y me dan ánimo de la misma manera en que lo haría mi mamá. Porque quienes somos madres, biológicas o por convicción, protegemos, consolamos, animamos, mimamos y amamos a quienes están a nuestro alrededor de la misma manera desinteresada con que lo haríamos con nuestos hijos.

Que Dios bendiga siempre a todas esas mujeres que expanden su maternidad más allá de sus hijos y que hacen de este mundo uno más hermoso para vivir.

Los pequeños placeres de la vida

Hoy desperté con la agenda llena. Varias listas ocupaban mi atención, la lista de la compra, la lista de lo que tenía que hacer, la lista de las cuentas a pagar, en fin, todo nítidamente anotado para que no se quedara nada sin hacer. Últimamente mi vida ha sido un poco caótica, preocupaciones por aquí, rocheo por allá y asignaciones del Colegio por todos lados. Toda esta situación ha generado mucho desasosiego y tensión en mí. No hay tiempo para relajarse lo suficiente ni para sentarse a divagar en mi tema favorito, “la inmortalidad del cangrejo”. En fin, todo en mi vida era gris y apresurado.



Con esto del alza en la gasolina, a mí me ha tocado la guagua que más gasolina gasta - “dale má, tu guagua gasta menos gasolina y yo tengo que viajar hasta San Germán” – decía Fernan – “tú llegas na’ más que hasta el Colegio, ¡dale chica!”. Ni modo, sus argumentos tenían lógica y eventualmente quien paga la gasolina soy yo, así que hice el trato. Según comencé a usarla me di cuenta de que a la pobre guagua le hacía falta cariño (como a todo viejo), gomas nuevas, gas en el aire acondicionado y wipers nuevos (me pesa decirlo en inglés, pero si digo “limpia parabrisas”, encima de que es más largo me voy a escuchar bien ridícula).



Poco a poco la guagüita se puso en tiempo. Con sus gomas nuevas ya no se meneaba como Iris Chacón en sus mejores tiempos y los demás “chivitos” se han ido cogiendo poco a poco. Hoy dentro de mi larga agenda estaba comprarle los “wipers”, una de las poquitas cosas que faltaba por arreglarle. Me acerco al mostrador de Pep Boys, le indico al dependiente lo que necesitaba y salgo muy ufana con mis “wipers” nuevos. “Señora, al comprarlos aquí nosotros se los instalamos gratis” – me dice el dependiente – “perfecto”- me digo – “servicio completo”.



Contenta con la labor cumplida, sigo rauda y veloz hacia el Colegio. Llamo a mi sobrino para decirle que ya compré lo que faltaba para que terminara de arreglarme la guagua cuando de pronto, ¡comenzó a llover! “¡Quique!” – le dije – “¡tienes que ver esto!”, “¿Qué, Tití?” – me contesta – “¡¡¡los wipers, Quique, los wipers!!! ¡¡¡Son nuevos y limpian brutales!!! El cristal se ve divino y súper limpio, ojalá llueva mucho, mucho pa’ estrenarlos como Dios manda. ¡Por mi madre que no hay un cristal más bello que el mío!” El muchacho, muerto de la risa, no podía creer lo que escuchaba. Tanto alboroto por unos “wipers” nuevos. Les juro gente que yo me sentía como nene chiquito con pijama nueva. Mi orgullo era tan grande que llamé a par de amigas para contarles mi hazaña.



Reflexionando sobre el asunto he llegado a la conclusión de que mi vida fue demasiado caótica las últimas semanas. Tanto así que una situación tan simple e insípida como la compra de unos “wipers” significó para mí un largo rato de satisfacción y risas con mis amigas.



Conclusión: no podemos llegar a tales extremos de agobio y tristeza. Saquen tiempo para sí mismos, para mimarse, leer un buen libro o para hablar de tonterías con su pareja o amigos. Y ya saben, si no tienen idea del nivel del estrés en el que están metidos, cómprenle un par de “wipers” a su carro y hagan la prueba.

El día de las madres

El día de las madres se acerca. Hay toda una campaña mercantil instando a la gente a comprar desde sortijas de diamantes hasta lavadoras. Pero, ¿alguien se ha dedicado a preguntarnos qué realmente queremos de regalo las madres? Estoy segura que la mayoría de nosotras deseamos algo que no se compra en una tienda, sino que yace cálida y calladamente bajo el techo de nuestra propia casa.

Sé que las madres de niños pequeños agradecerían un par de horas adicionales de plácido sueño matutino. Que el hombre que la convirtió en merecedora del título se levante temprano ese día y atienda a los niños mientras mamá duerme tranquilamente una hora más esa mañana. Otro detallito lindo podría ser que una vez que ella se despierta, asustada y con sentimientos de culpa pues no está acostumbrada a levantarse tan tarde, se encontrara con una sencilla taza de café con leche preparada por otro, no por ella.

Las madres de muchachos más grandes necesitan su regalo desde la noche antes. Ellas merecen ver una buena película, leer un libro o chatear en computadora hasta tarde y luego dormirse con la certeza de que sus retoños están, calientitos y refunfuñando, tempranito en sus camas. Nada de mirar el reloj cada hora verificando si llegaron o no. Ese eterno pasar de las horas nocturnas tan angustiosas para toda madre pueden ahorrárnoslas al menos ese sábado por la noche.

Y , señores, ese preciado domingo, recuerden, nada de podadoras a las 8:00 de la mañana. Porque cuando ya hemos salido de esa difícil etapa en la que los niños se levantan temprano, entonces, son los maridos los que nos despiertan con una hermosa serenata compuesta por la filarmónica de la podadora, el trimmer y el blower de patio.

Ese día merecemos pasárnosla rodeadas de nuestros retoños, que sean ellos los que cocinen o que compren comida fuera. Que nos acompañen, tirados todos patas arriba, a ver una buena película, que frieguen ellos los platos y recojan los regueretes. Que ese día nos sintamos como verdaderas reinas, sentadas cómodamente en nuestro mejor sillón viendo cómo la familia gira a nuestro alrededor.

Ya el lunes tendremos tiempo de regresar a la realidad.