sábado, 23 de enero de 2010

¿Cómo pueden? Odio los celulares

Vengo del supermercado y me eché el doble del tiempo necesario para hacer una compra. ¿Saben por qué? ¡¡Por culpa del dichoso celular!! ¡Y no dañárseme el condenao! Todo el mundo se antojó de llamarme.

A mí no me gustan los celulares. Sé que son un mal necesario, son un agente disociador, rompe grupo, distancia la familia y limita la comunicación entre la gente. Sí, la limita!! Hoy en día, traten de hablar con un adolescente por un período que se prolongue por más de 10 minutos,..... imposible. Si no te interrumpen para hablar lo hacen para textear. Por lo menos el texteo es más discreto y rápido. O traten de mantener una conversación de sobremesa en alguna cafetería en la que hayan ido a almorzar con los compañeros de oficina. Ni soñarlo.

Todos hemos sido víctimas del uso indiscriminado del celular. ¿A quién no le ha tocado ir detrás de algún tipo que va al paso de la gallina hablando tiernamente por un celular? ¿o esperar a que esta doñita dé pa' lante y pa' atrás intentando estacionarse con un celular en la oreja? ¡No saben hacerlo con la cabeza derecha imagínate con la cabeza escocotá!

Por lo mismo que no me gustan los celulares, tampoco tengo una unidad nueva. Todo el mundo me critica porque el mío es el equivalente a un Toyota del 1990 estartalao: feo y acabado pero te lleva a todas partes. Mi teléfono es genial. Hubieran visto la cara de la gente en el Mayaguez Mall cuando se me cae y se desarma en pedazos desparramado por todo el pasillo. Todos me miran con cara de tragedia recogiéndome las piezas una a una, hasta que yo, triunfalmente, las armo todas de nuevo, lo prendo ¡y sigo hablando!

Pero no todo es negativo. Estoy segura de que todos tenemos alguna anécdota jocosa con un celular, como la de mi hermana. Venía ella del correo en su carro hablando conmigo por su celular. Cuando de pronto, como una posesa me dice: “Ay, te dejo porque acabo de dejar el celular en el correo y me lo van a robar” ¿¿¿......??? Digo yo, ¿entonces por dónde me hablaba?

Pero la más genial le tocó a mi amado Carlos Colberg. Iba Abi muy campechano por el parking de Sams junto a mi mamá, mi hermana y mi sobrina Yeye mostrándoles su flamante celular nuevo.
“Mira....” le dice a mi hermana enseñándole un estuche amarrado a su correa, “le compré este estuche al celular para cargarlo a la cintura. Ahora sí que no se me pierde ni me lo roba nadie.” No bien termina la frase, comienza el celular a sonar....RING, RING, RING. Muy elegante, como solía serlo él, comienza a manipular el celular para llevárselo a la oreja, pero..., NO SALE. “Carlos, contesta ya” le dice mami. “No puedo” contesta él, “no puedo sacarlo de mi cintura.” “Haz algo” le dice ella desesperada, mientras Yeye se dobla y mirando la pantalla le grita: “Es Tití quien llama”. “Avanza Carlos, es Bei”....... “No puedo Myrna, ¡no sale!” RING, RING, RING, RING. Es entonces cuando, en un arranque desesperado, Yeye abraza a Abi por la cintura, pega la oreja al celular amarrado de la correa y dice: “HELLO, ¿Tití?, llama más tarde que Abi no te puede contestar”......¿Que no me puede contestar? ¿Por qué?....... “porque tiene el celular pegado a la cintura y no le sale. Ahora mismo vamos caminando por el parking de Sams, él con las manos arriba (como en un asalto) y yo doblá hablando por su cintura.”

¡Imagínense la estampa!

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