sábado, 23 de enero de 2010

Un premio a lo ordinario

En los últimos tiempos en los pueblos de nuestra querida tierra la moda es repartir premios y reconocimientos a diestra y siniestra. Que si fulanito compitió en tal deporte y nos trajo una medalla, que si Perencejito, el hijo de Juanito, es un cantante de renombre en las tribus bajas del norte del Congo, que si Zutanejo salió de extra en la última película de Jacobo Morales y hay que destacarlo. Por el contrario, si eres de lo más ordinario nadie se fija en tí ni te reconoce. Teóricamente ser ordinario no vale nada, no es importante y mucho menos será motivo de agasajo.

Pues mi opinión es que hay muchas cosas ordinarias dignas de ser reconocidas, claro siempre que tomemos la palabra ordinario en el contexto de “lo común, regular y que sucede habitualmente”, o sea, lo que se hace todos los días, la costumbre. Porque hay cosas ordinarias mucho más importantes que ganarse una medallita allá, salir en otra peliculita por acá o cosas por el estilo. Porque lo ordinario, lo que se hace todos los días, es lo que a la larga realmente tiene peso, lo que repercute.

Teóricamente son de categoría ordinaria muchas madres que día a día se preocupan por darle una educación moralmente aceptable a sus hijos. También lo son aquellas personas que día a día visitan enfermos en los hospitales para acompañarlos o aquellas viejitas que prestan servicios en sus iglesias. Y qué decir de todos aquellos trabajadores que hacen sus labores con amor y devoción diaria sencillamente porque aman lo que hacen aunque sean unos sencillos zapateros, plomeros, jardineros o carpinteros. Porque hemos perdido la perspectiva de lo verdaderamente importante y para mí lo importante es lo ordinario.

Porque sin esas madres que hacen su trabajo ordinario no habrían hombres y mujeres de provecho, sin los voluntarios comunes y corrientes nuestros enfermos y desvalidos no tendrían esperanza, porque sin zapateros no tendríamos zapatos, porque gracias a un carpintero es que tenemos la esperanza de una vida eterna.

¿Qué aportan los medallistas, cantantes, cineastas y demás celebridades que no sea gloria? En mi caso la gloria a la que yo aspiro, que es la eterna, solo se consigue haciendo bien las cosas ordinarias de todos los días y no una gran hazaña una vez en la vida.

Y eso a nuestros líderes se les olvida destacarlo.

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