viernes, 6 de agosto de 2010

Si me ganara la loto

Puchú se ganó 14 millones en el hipódromo y lo botó en caballos. Y así fue como Puchú se quedó puyú y más pelao que un chucho. Porque como me decía mi abuela, “no es lo mismo llamar al diablo que verlo venir”, por lo tanto, no es lo mismo desear tener mucho dinero y que de repente te llegue. Juego a la loto cuando tiene un solo milloncito y no saben todo lo que arreglo con los trapos de miles que me darían si me la ganara, ahora imagínense cómo sería si en vez de un trapo de millón me ganara catorce. De que los boto los boto, pero en caballos no será.

¿En qué botaría yo catorce millones de dólares? Paseando,....... viajando,...... comiendo, .....bebiendo,........fiestando. Y después de esa etapa inicial de despilfarro junto a mi familia y amigos tendré que dejar una putuquita para recogerme los pellejos porque después de darme tanta buena vida de la mala quedaré hecha una piltrafa, y eso sí, se pierden los chavos pero no el caché.

En compras no creo que bote muchos los chavos porque pienso que a la mayoría de las personas inteligentes y sensatas como yo, y no como el tal Puchú, siempre se le queda algo de histeria pensando que se puedan acabar los chavos, lo que me deja con bolsillo de millonaria pero mente de maceta. Así que, aunque compre mis lujitos que serían ropa bella y fina y algunos zapatos, lo más que compraría serían cosas para poner mi casita actual más hermosa de lo que está, engalanándola con muchas matas, fuentes, jardines y luces, pero solo para hacerla más linda y no más grande.

Otra cosa en la que piensa la gente cuando se vuelve millonaria es en dejar de trabajar. Ese no es mi caso ya que soy ama de casa a tiempo completo. Pero cuando trabajaba siempre pensé que no dejaría de hacerlo, solo que iría a la oficina mucho más relajada ya que no me importaría si mi jefe me bota o no. Eso sí, me daría el gusto de no aguantarle estupideces a la gente que llamaba a la oficina para dar una queja y que de paso me insultaban. Como buena servidora pública aguantaba estoicamente y con una sonrisa todo lo que me decían. Pero como millonaria trabajadora, ja ja ja! eso sí que no!

Toda esta historia me recuerda un dicho que decía mi papá, “perro flaco soñando con longaniza”. Así que, gente, pelambrera es la que hay, y aunque soñar no cuesta nada, trabajar es más productivo, por lo que ¡despiértate perra que la longaniza se acabó!

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