viernes, 6 de agosto de 2010

Las manías de mi abuela

Conocer a los abuelos es una verdadera bendición. Dios les dio funciones de cuidar, añoñar, consentir y malcriar a los nietos, funciones que muchas veces los padres no pueden cumplir como quisieran por estar demasiado ocupados echando hacia adelante a la familia.

Nosotros tuvimos una abuela muy particular. La mamá de mi mamá. Mi abuelo murió cuando yo tenía cinco añitos y desde ese día vivió en nuestra casa. Maestra de primer grado retirada, fue quien nos enseñó a leer y a escribir a mi hermana y a mí. Gracias a ella fue que cultivé el hábito de la lectura. Con su excusa de no ver bien, fueron muchas las tardes y las noches en las que nos entreteníamos leyendo. Yo escogía cualquier texto, y le leía en voz alta a cambio de que me rascara detrás de la rodilla (de pequeña tuve dermatitis). Yo feliz, tirada patas arriba leyendo como un loro mientras ella rascaba despacito mis piernas rasquiñosas. ¡Qué tiempos aquellos! Como yo era la más pequeña de mis hermanos estuve muy apegada a ella. Me consentía en todo.

Y digo que era muy particular porque tenía muchas manías. Crecimos viéndola con éstas por lo que a nosotros nos eran de lo más normal. Pero al crecer nos dimos cuenta de que eran verdaderas excentricidades. La más notable era su obsesión por el orden. “Abuela, ¿puedo coger una gelatina de la nevera?”....... “Sí Beatriz, puedes cogerla, pero recuerda tomar la primera del frente”, a lo que yo contestaba, “¡pero yo quiero la tercera que tiene más!”..... “hija, esa no la puedes coger hasta que no le toque el turno, primero hay que comerse las del frente”. Al principio me resignaba y tomaba la primera o andaba por la casa buscando alguien que se comiera las primeras dos hasta que llegara la mía. Según crecí aprendí a no decir nada e intercambiar las copitas de la gelatina y comerme la que me daba la gana. Esta obsesión regía toda su vida. Y cuando digo toda su vida me refiero a toda. “Abuela, le voy a pasar un mapo a tu sala porque necesito unos chavitos”....... “Cómo no hija, pero recuerda, debes comenzar por la primera fila de losetas, una fila a la vez y pasando el mapo de izquierda a derecha solamente de manera horizontal”. El problema era que ahí no había forma de engañarla pues se sentaba como un general a supervisar la obra. “Mientras mapeas, ponme el tocadiscos para escuchar esa canción de Lissette que tanto me gusta, la tercera del lado Uno”. Entonces había que ponerle el disco, pero obviamente desde la primera canción, ¡ni soñar poner la tercera primero!

Imagínense a dónde llegaba su obsesión que sus ganchos de ropa, todos de madera, tenían una pieza de ropa asignada y un número. Por lo tanto, cada gancho tenía su traje y tenía que ir en orden numérico. La ropa nueva tenía un gancho provisional que decía “free” en lo que se le asignaba el número correspondiente. Sé lo que están pensando, sip, ajá, ¡Igualita que yo!

Todo tiene su lado positivo. Con ella aprendí el orden de las cosas pero también aprendí cómo buscar la vuelta para hacer lo que me daba la gana. Burlarla no era cosa fácil pero tampoco imposible. Gracias a ella hoy en día hay muchas cosas en orden en mi casa, como por ejemplo mis libros, todos en su armario en orden de categoría y luego por autor. También lo está mi agenda, donde pego todos los recibos de pago y de compra en los días correspondientes y con anotaciones especiales. También mis herramientas y efectos de jardinería están organizados debidamente.....y las cosas de los perros......y mis velas.......también tiendo la ropa en el cordel en orden..........¡¡oh, por Dios!! ¡¡No me lo permitan!!! ¡¡Me estoy convirtiendo en ella!!

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