viernes, 6 de agosto de 2010

Los temblores que dejó el temblor

¡¡Qué jamaqueón cogimos señores!!

Como a mucha gente ese día, el temblor nos cogió durmiendo. Tito con una monga tremenda se había dormido exhausto de luchar contra los mocos. Yo por mi parte había visto televisión hasta tarde y ya me había quedado dormida con el dulce ronroneo de la nariz de al lado. De pronto un ruido como de tren desbocado nos despertó. Abrir los ojos y empezar a temblar fue la misma cosa. ¡¡Temblor de tierra y de piernas!! Salimos como posesos a despertar a los muchachos. No había plan de contingencia que nos hubiera disuadido de salir y que ellos salieran solos. Así que nos quedamos parados en el medio del pasillo a grito pelao en lo que ellos despertaban. Pasó el temblor y ninguno salió. Fue entonces que nos dimos cuenta de que mientras nosotros estábamos histéricos ellos “hangeaban” felices en el pueblo. Lo demás es historia.

Una vez pasado el temblor fue que comenzó nuestro folclor de pueblo. Era preciso escuchar la de cosas que decía la gente. La emisora del pueblo de Puerto Rico se convirtió en una línea de apoyo, todo el mundo llamó para contar cómo los despertó el temblor. Escuché mil y una versiones de cómo salir corriendo. Todos dieron muestra de todo lo que no debía hacerse. No escuché ni una sola persona que dijera que hizo lo correcto. Eso sí, lo que todo el mundo tenía era una grieta abierta, esa que se nos abre cada vez que pasamos un gran susto.

Y por si fuera poco el susto que pasamos ahora tenemos que soportar la predicción de dos o tres “expertos” que aseguran que lo peor está por venir, que esto es solo un aviso, que el terremoto grande y mortal vendrá después. Ellos me recuerdan a mi abuela Mamina que siempre nos advertía, “si no te portas bien te lleva el “cucurumaco”. Por lo que dicen, el “cucurumaco” se va a dar gusto cuando vuelva.

Lo cierto es que, acostumbrados a ver que las desgracias le ocurren a los demás y no a nosotros, el temblor nos dejó mirando de cara a la realidad. Nos dejó la certeza de que somos tan vulnerables como cualquier país del mundo. Lo único que nos resta hacer es tener un plan de contingencia real, practicar tácticas de desalojo y rezar.....mucho rezar.

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