viernes, 6 de agosto de 2010

Nuevo instrumento de tortura, el traje de baño

Con la llegada del verano llegan a nuestras vidas varias cosas aterradoras: los huracanes, los niños en la casa y la compra de un traje de baño, siendo esta última la peor de todas. En el verano los días están llenos de playa, sol, piscina y carnes. Carnes al BBQ y carnes en traje de baño.

Con cada verano hay que comprarse un traje de baño nuevo. Un traje de baño que constatará fuera de toda duda las libras que aumentaste el año anterior. ¿Por qué no mejor quedarse con el del año pasado? Imposible por dos cosas. La primera y más obvia es que probablemente no te sirve y la segunda es que las mujeres, presumidas como somos, jamás osaríamos a ir a alguna actividad con el traje de baño del año anterior. ¿Y si alguien se da cuenta de que es el mismo? Semejante humillación, ¡jamás!

Por lo tanto, me di a la tarea de ir en busca de una trusa nueva. Camino por los pasillos de la tienda sin atreverme a entrar a la sección indicada. Lo primero que se observa desde afuera son esos brasieres hermosos, sugestivos y llamativos que jamás albergarán ni la mitad de mis atributos, ir “topless” sería más sencillo pero aquí está prohibido. Me animo y entro. Comienzo a buscar algún atuendo adecuado a mis carnes y a mi edad. Todo lo que veo es excesivamente provocador, panticitas bajitas, brasieres diminutos y tangas, lo que en mi cuerpo luciría desde irrisorio hasta insultante. Y por otro lado están los de tipo abuelita, esos llenos de risos y faldetas con ajustes en las nalgas, los senos, la barriga, las caderas y las rodillas. Ajustes para todo menos para la vergüenza.

Sigo mi búsqueda cada vez con menos entusiasmo hasta que encuentro una sección exclusiva para maduritas. Trajes de baño de una y dos piezas recatados y encubridores, perfectos para imperfectas. Ni muy sexys ni muy tapados. Escojo dos o tres de dos piezas y me dirijo dignamente hacia el probador. ¿Alguna de ustedes ha tenido la experiencia paranormal de medirse un traje de baño al calor de un probador diminuto? ¡¡Yo sí!! El solo quitarte la ropa y mirarte medio desnuda bajo una luz poco favorecedora te hace sudar un poquito. Estas tenues y diminutas gotas de sudor hacen imposible subir el traje de baño por los muslos. Entonces es que empiezas a dar brincos como loca. Si escuchas con detenimiento notarás los brincos acompasados de las compañeras de los probadores vecinos. Todas brincando al unísono tratando de subir un trapo de panti. Por supuesto, tanto brincoteo te hace sudar más lo que hará más difícil medirte la parte superior de la trusa. Entonces me doy a la tarea de intentar medirme el top. Meto un brazo........luego el otro......y.......&*%$#*@#.....¡¡estoy atorada!! El top no baja y yo estoy con los brazos arriba como en un asalto, con las copas del brasier tapándome los ojos y encima con las tetas por fuera, ¿quién carajo pide ayuda en semejante estampa? Es entonces cuando comienza la etapa del contorsionismo. Doblando los codos trato de alcanzar algo de tela para halar mientras me muevo como culebra tratando de que el top baje. Sigue el baile, hala, sube, brinca, suda hasta que por fin el maldito cae en su sitio solo para constatar que, o no me gusta como me queda o no me sirve. Y créanme gente que si ponerse el traje de baño fue difícil, quitárselo lo es más. Repetir esta tarea al menos en dos ocasiones es extenuante, sin contar con los efectos devastadores a la autoestima.

Pero señoras, yo tengo un remedio. Cuando era pequeña después del baño mi abuelita me empolvaba con talco para eliminar la humedad. La próxima vez que tenga que escoger un traje de baño llevaré conmigo un pote de talco. Sé que saldré como una mallorca pero al menos pasaré menos trabajo.

1 comentario:

  1. Me haz hecho llorar...no puedo parar de la risa...buenisimo, como siempre!!!

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