jueves, 14 de junio de 2012

¿Dónde está Juan?

Siempre había escuchado que los viejitos volvían a ser niños. Progresivamente, etapa por etapa, vuelven a usar pañales, se les olvida cómo comer y hay que contarle las cosas veinte veces. Lo que nunca pensé es que yo iba a disfrutar esa etapa de mi mamá de la forma en que lo estamos haciendo mi hermana y yo, de una manera muy particular. Les cuento. Nosotras tratamos de ir a diario a verla. Lo más que nos gusta es ver su carita iluminada cuando nos asomamos a su cama. Enseguida nos reconoce y nos llama por el nombre. Pero las cosas no se quedan así de sencillas. Hay días en que mami está en una de sus crisis de hablar disparates. Yo lo comparo con los guirigallos de los niños cuando empiezan a hablar y no pronuncian bien. Hoy fue uno de esos días. Nada más llegar la monja nos informa que mi mamá está algo intranquila y que se ha pasado diciendo malas palabras. –¿Malas palabras?- preguntamos. –Sí, malas palabras, pero ya está algo más serena- nos dice la Sor. Una vez llegamos a su cama, la saludamos con la alegría de siempre y entonces es que comprendemos el comentario de la monja. – Oye - me dice ella, -¿Tú no has visto a Juan Cagón por ahí?- -¿A QUIÉN?- preguntamos al unísono mi hermana y yo. Feliz y campante como si fuera lo más normal del mundo nos reitera, -a Juan Cagón. Él se supone que venía hoy- Mi hermana y yo nos miramos asombradas y muertas de la risa. Volvimos y preguntamos, - mamita, dime, ¿quién es Juan Cagón? -Yo no sé- nos contesta, -pero se supone que venía hoy- concluyó. Mi hermana aguantando las ganas de reír le pregunta, -ma, no será “Juan Tragón”?- No mija no, es CAGÓN y ustedes son unas cagonas también- nos dijo ya enfurecida. De más está decirle que se pasó toda la tarde preguntando por Juan y diciéndole cagonas a todas las que nos acercáramos, fuéramos sus hijas, las enfermeras o las monjas. En toda la tarde no hubo forma de quitarle la manía, así que pasamos la tarde con el verbo cagar en todas sus conjugaciones. La monja tenía razón. En el momento de irnos, le comenté: - Oye mama, ¿te acuerdas cuando tú eras joven lo fina que eras?- Me mira con los ojos como platos, se tapa la boca con una mano, y me contesta – “es verdad, pero ahora soy una cagona”-

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