jueves, 29 de abril de 2010

¿Qué tú quieres ser cuando seas grande?

Esta frase, cual palabras mágicas, nos transporta automáticamente a nuestra infancia. A todos nosotros nos hicieron esta pregunta muchas veces mientras crecimos. Muchas y muy variadas fueron nuestras contestaciones, “maestra.....policía......doctor......” ¡Qué tiempos aquellos de sueños e ilusiones!

Les confieso que a mi edad todavía me hago esa pregunta, “¿qué quiero ser cuando sea grande?” Porque plantearse metas no es algo destinado a la niñez o a la juventud. Plantearse metas es una cuestión de vida. Hay muchas cosas que quiero ser cuando sea “grande” y sé que mis metas son elevadas y trabajosas. Alcanzarlas me tomará mucho tesón y esfuerzo.

Cuando sea grande quiero ser un ejemplo a seguir. Al final de mis días quiero tener la satisfacción de saber que mis hijos y mis nietos quieran hacer lo mismo que yo, parecerse a mí, porque eso significa que los sacrificios que hice por ellos valieron la pena. Que la semilla que con tanto esfuerzo sembré en su corazón germinará, dará frutos y perdurará. Quiero que en las dificultades que la vida les plantee piensen, “¿qué haría mi mamá en mi caso?”.

También quiero ser inspiración. Quiero serlo tanto para mis hijos como para cualquier persona que me conozca. Dejar una huella aunque sea imperceptible en cada uno de ustedes. Que cuando se planteen alguna meta o algún sueño a seguir piensen, “yo voy a ser como ella que jamás se dio por vencida”.

Quiero ser entereza, piedra de soporte para todo el que me necesite, pero sobre todo para mi familia. Porque la vida es muy dura y son muchas las veces que nos sentimos derrotados. Que cuando eso ocurra sientan la confianza de venir a mí. Saber que podré ayudarlos con todo lo que esté a mi alcance, aunque eso sea algo tan sencillo como un hombro donde llorar.

Pero lo más importante que quiero ser es un alma plena. Quiero llegar a vieja con la plenitud de una vida bien vivida. Quiero vivir una vida llena de sabiduría, aprendiendo todo lo que pueda hasta que llegue el fin. Tampoco quiero perderme ningún beso, abrazo o sonrisa que me puedan brindar. Porque esos serán los únicos tesoros que podré llevarme el día que me llamen a rendir cuentas. Porque la única riqueza que me servirá entonces es la del amor.

Todos los días repaso mi lista de metas. El amor que recibo de vuelta es la única certeza que tengo de que día a día me acerco más a ellas.

Y tú, ¿qué quieres ser cuando seas grande?

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