sábado, 30 de octubre de 2010

Una canción equivocada

Hace poco me encontré con Esperanza, una muy buena amiga a la que quiero mucho y con quien no comparto tanto como me gustaría. Después de la emoción de encontrarnos luego de varios años de ausencia decidimos ir a almorzar. ¡Teníamos tantas cosas que decirnos! Fuimos inseparables un largo tiempo pero las circunstancias de cada una nos hizo tomar rumbos diferentes. Sin embargo, cada vez que nos vemos notamos que nuestra hermandad y complicidad están intactas, sin importar el tiempo que hemos estado separadas.

Nos fuimos a almorzar a un restaurante cercano cosa de ponernos al día en nuestras vidas. Le conté de mi marido, mis hijos, de mis nuevas metas, de mis inalcanzables sueños. Ella a su vez me contó de los suyos. Pero mientras hablaba, noté que la chispa de sus ojos ya no era tan brillante, su sonrisa no era tan amplia, su mirada no era tan clara. La dejé hablar. Presté atención a cada una de sus palabras. Le hice las preguntas de rigor, hasta que no pude más. Tenía que preguntarle. Me armé de valor y le dije: “Espe, ¿te pasa algo?” “Te noto triste”. “No es nada, Bea, es una tontería de las mías” me contestó. “Bueno, tan tontería no es cuando te nubla la mirada. Sabes que soy tan tonta como tú, así que nada de lo que me digas me tomará por sorpresa.” Entonces Esperanza habló.

Resulta que con esto de la tecnología sus hijos le habían regalado a un Ipod. Apasionada de la música, el artilugio había sido el regalo perfecto para ella. Inmediatamente comenzó Esperanza a coleccionar música. Se presentaba ante ella una puerta grandísima al mundo de los recuerdos. Coleccionó música de su niñez, bailó con la de su adolescencia y suspiró con la romántica. Cada vez que “Espe” conectaba su aparatito viajaba a mundos inesperados, la mayoría conocidos......o al menos eso creía ella.

Fue entonces que recordó aquella vieja canción que Ramón, su marido, le había dedicado hacía muchos años, “La Hiedra”. La buscó en internet y la añadió a su lista. Su corazón palpitaba de emoción. Recordaba aquél tiempo con ternura. Ramón era un hombre de pocos detalles románticos, por lo que, cuando se enteró de que él le dedicaba una canción, la tomó literalmente para ella y la convirtió en un himno a su amor. Pero el tiempo pasa y la memoria nos traiciona. Al escuchar con detenimiento la canción, “Espe” se da cuenta de que algo no encajaba. La letra de la misma no tenía nada que ver con su historia, la de Ramón y ella. Todo hubiera estado bien excepto por una estrofa:

“Donde quiera que estés
mi voz escucharás
llamándote con ansiedad,
por la pena ya sin final
de sentirte en mi soledad.”

¡Fue entonces que se dio cuenta que esa canción no era para ella!

Durante esos mismos años Ramón había tenido un “Affair”. Ellos habían resuelto la situación lo más civilizadamente posible, logrando mantener el matrimonio gracias al amor que parecían profesarse. Todo había quedado en el olvido hasta ahora. El dolor de la traición volvió con mayor fuerza. El engaño se sentía aún mayor. ¿Por qué jugar así con su inocencia? ¿Por qué hacerla creer merecedora de un romanticismo inexistente? Muchos años suspiró pensándose la doncella de tan bella canción de amor. Desde ese momento “Espe” mira a Ramón con otros ojos, con ojos ajenos sin un atisbo de ternura o emoción. Sencillamente, él le mató “la magia”.

Mantener “la magia” en una relación cuesta mucho esfuerzo. Es una de las pocas cosas que no se conforman con buenas intenciones. Necesitan de acción y reacción. A eso hay que añadirle flores, besos, abrazos, ternura y música , pero música sincera que salga del corazón.

Salí muy triste de mi encuentro con Esperanza. Ella me enseñó que basta una “tontería” para llenar de amargura un corazón noble.

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