viernes, 12 de febrero de 2010

Maldito sea el miedo y el que te lo mete.

Cuando nos mudamos al campo después de vivir catorce años en una urbanización todo parecía que iba a ser color de rosa. Pajaritos cantando, aire fresco, plantas por todas partes y tranquilidad, mucha tranquilidad. Ya no tendríamos que lidiar con los muchachos para que bajaran el volumen del televisor, no habrían las consabidas “dianas” en la madrugada los días de fiesta, ni el escatateo de los carros pasando frente a la casa.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas. A cambio de tanta tranquilidad vinieron las horas interminables pasando la podadora y el consabido romance de Tito con el “Trimmer”, el machete y el blower. Pudimos comprobar de primera mano lo hermoso de las flores de la Pica Pica y lo fácil que es sucumbir a su piquiña. Tampoco podemos dejar de mencionar las culebras, las arañas y una que otra alimaña que nos visita de vez en cuando.

Y cuando hablo de alimañas me refiero a cierto tipo de individuos que increíblemente caminan en dos patas y cuatro gomas. Esos que irresponsablemente visitan nuestro barrio, todo campo y todo tranquilidad, con el fin de botar basura. Esos que descaradamente se paran en un rinconcito y dejan sus neveras, estufas, colchones y perros sin el más mínimo escrúpulo. Esos que, encima de puercos, también son brutos. Una vez hubo una doña que mandó a botar una basura en las mismas cajas en las que se envió la mudanza, ¡¡con dirección y todo!! Si no hubiera sido tan caro le hubiéramos enviado la basura devuelta a su casa por correo. Pero el más descarado fue un tipo que descargó su miserable basura delante de nuestros ojos y cuando le dijimos que lo denunciaríamos nos trató de intimidar retándonos: “dale mano, ¿qué esperas?” mientras que, acto seguido, nos perseguía hasta el cuartel.

El problema en este país es que las autoridades no hacen nada al respecto. Están tan enfrascados persiguiendo al tirador de drogas, al asesino y al atracador que no hay tiempo para nimiedades como las de mi barrio. Porque nosotros, los ciudadanos honrados y respetuosos de las leyes, no tenemos voz, así como tampoco tenemos tarjeta de la familia, ni descuentos en la luz, ni tiempo para levantarnos tarde en las mañanas. Porque hay que madrugar para trabajar y echar pa'lante la economía de nuestra bendita Isla y que hayan más chavos para darle más beneficios al que no trabaja. Porque esta gente no solo vive de nosotros como los parásitos, sino que también se sienten con derecho de intimidarnos y arrebatarnos la tranquilidad.

¡¡Pero no más!! Hay que levantar la voz y gritarle valientemente y a todo pulmón al gobierno y a los vagos: MALDITO SEA EL MIEDO Y EL QUE TE LO METE.

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