domingo, 26 de junio de 2011

Los pequeños placeres de la vida

Hoy desperté con la agenda llena. Varias listas ocupaban mi atención, la lista de la compra, la lista de lo que tenía que hacer, la lista de las cuentas a pagar, en fin, todo nítidamente anotado para que no se quedara nada sin hacer. Últimamente mi vida ha sido un poco caótica, preocupaciones por aquí, rocheo por allá y asignaciones del Colegio por todos lados. Toda esta situación ha generado mucho desasosiego y tensión en mí. No hay tiempo para relajarse lo suficiente ni para sentarse a divagar en mi tema favorito, “la inmortalidad del cangrejo”. En fin, todo en mi vida era gris y apresurado.



Con esto del alza en la gasolina, a mí me ha tocado la guagua que más gasolina gasta - “dale má, tu guagua gasta menos gasolina y yo tengo que viajar hasta San Germán” – decía Fernan – “tú llegas na’ más que hasta el Colegio, ¡dale chica!”. Ni modo, sus argumentos tenían lógica y eventualmente quien paga la gasolina soy yo, así que hice el trato. Según comencé a usarla me di cuenta de que a la pobre guagua le hacía falta cariño (como a todo viejo), gomas nuevas, gas en el aire acondicionado y wipers nuevos (me pesa decirlo en inglés, pero si digo “limpia parabrisas”, encima de que es más largo me voy a escuchar bien ridícula).



Poco a poco la guagüita se puso en tiempo. Con sus gomas nuevas ya no se meneaba como Iris Chacón en sus mejores tiempos y los demás “chivitos” se han ido cogiendo poco a poco. Hoy dentro de mi larga agenda estaba comprarle los “wipers”, una de las poquitas cosas que faltaba por arreglarle. Me acerco al mostrador de Pep Boys, le indico al dependiente lo que necesitaba y salgo muy ufana con mis “wipers” nuevos. “Señora, al comprarlos aquí nosotros se los instalamos gratis” – me dice el dependiente – “perfecto”- me digo – “servicio completo”.



Contenta con la labor cumplida, sigo rauda y veloz hacia el Colegio. Llamo a mi sobrino para decirle que ya compré lo que faltaba para que terminara de arreglarme la guagua cuando de pronto, ¡comenzó a llover! “¡Quique!” – le dije – “¡tienes que ver esto!”, “¿Qué, Tití?” – me contesta – “¡¡¡los wipers, Quique, los wipers!!! ¡¡¡Son nuevos y limpian brutales!!! El cristal se ve divino y súper limpio, ojalá llueva mucho, mucho pa’ estrenarlos como Dios manda. ¡Por mi madre que no hay un cristal más bello que el mío!” El muchacho, muerto de la risa, no podía creer lo que escuchaba. Tanto alboroto por unos “wipers” nuevos. Les juro gente que yo me sentía como nene chiquito con pijama nueva. Mi orgullo era tan grande que llamé a par de amigas para contarles mi hazaña.



Reflexionando sobre el asunto he llegado a la conclusión de que mi vida fue demasiado caótica las últimas semanas. Tanto así que una situación tan simple e insípida como la compra de unos “wipers” significó para mí un largo rato de satisfacción y risas con mis amigas.



Conclusión: no podemos llegar a tales extremos de agobio y tristeza. Saquen tiempo para sí mismos, para mimarse, leer un buen libro o para hablar de tonterías con su pareja o amigos. Y ya saben, si no tienen idea del nivel del estrés en el que están metidos, cómprenle un par de “wipers” a su carro y hagan la prueba.

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