martes, 28 de septiembre de 2010

¿De qué raza eres?

El Departamento de Educación pretende implementar a la mala que los estudiantes identifiquen a qué raza pertenecen. Por lo poco que conozco de derechos civiles me parece que esto es inconstitucional. Se supone que uno no está obligado a poner este tipo de datos en los formularios que llena, ni la raza, ni la edad, ni el sexo ya que estos son elementos que pudieran en algún momento ser motivo de discrimen de algún tipo.

Yo por mi parte no tengo problema en plantear abiertamente mi raza. Sencillamente soy “Sata”. Porque aquí en mi amada isla todos somos satos. “Chinga” o “realenga” para quien no entienda, como mis perritos. Sato es todo aquel perro que no tiene una raza definida por ser una mezcla de otra mezcla, y su mamá era también mezcla de otra mezcla, y su papá también....y así sucesivamente. Aunque aquí hay muchos “come-come” que se pasan la vida diciendo que sus antepasados son españoles (canarios es lo más común), la verdad es que están reafirmando lo satos que son. Porque sus antepasados vinieron a esta bendita isla a mezclarse con los criollos, que por muy lavaditos que se vieran ya estaban lo suficientemente mezclados. Y todo lo que es mezclado es sato. Las razas puras no se mezclan con nadie que no sea de su misma raza. El que nació aquí ya viene con su mezclita hecha. Nada se puede hacer con eso aunque tu abuela intente convencerte de que tu familia es de abolengo. Y si hablamos de los estadounidenses, peor. Ellos llevan mezclando razas menos tiempo que nosotros, poco más de 200 años. Nosotros, llevamos en este asunto más de 500. Para ser precisos desde que llegó Colón y se enamoró de nuestras indias que eran unas morenas hermosas de pelo negro como el azabache. Los boricuañolitos que nacieron de esas uniones no creo que fueran demasiado blancos como nos quieren hacer creer. Eran satitos como nosotros.

Los satos son fuertes, alegres, agradecidos, leales, cariñosos y humildes. No como los de raza que usualmente son más frágiles en cuanto a salud se trata y muchos de ellos tienen problemas de actitud. Por eso yo siempre seré una sata, fuerte, alegre, agradecida, leal, cariñosa y humilde. No presumo de mis antepasados ni me importa mucho el color de mi piel. Lo único que tengo presente es que soy parte de esa raza puertorriqueña única, que arrastra la “r”, que dice “amol”, que ríe alborotosamente y aplaude en los aviones. No me interesa pertenecer a nada más.

El color de mi piel es secundario, variará según me dé el sol. Lo importante es que negra o blanca siempre seguiré siendo de la raza “sato”.

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