lunes, 21 de marzo de 2011

Un padre nada tradicional

Acabo de leer un artículo de periódico donde analizan la figura paterna en la estructura familiar actual. En el artículo se hablaba de cómo el prototipo del padre había evolucionado haciendo de éste un padre más cercano y menos autoritario que los de antaño. Atrás quedaron los modelos tradicionales donde el padre solo mandaba y poco aportaba a la educación de los hijos. Miré la noticia como algo curioso, pero nada sorprendente. Yo me crié con un padre como el que describe la noticia, y de esto hace ya casi cincuenta años.

En los años 60, época en la que nacimos mis hermanos y yo, muchas madres eran simplemente amas de casa. La nuestra trabajaba fuera, al igual que lo había hecho su madre quien fue maestra a principios de siglo. Debido a esto, después de un arduo día de trabajo, mi mamá llegaba cocinar, arreglar la casa y a atender tres niños pequeños. Pero ella tenía algo que muchas mujeres no tenían, un esposo que adoraba estar con sus hijos y que no le importaba atenderlos para que ella pudiera realizar sus quehaceres con tranquilidad.

Todas las noches, una vez estudiábamos juntos, papi se dedicaba a jugar un rato con nosotros. Sentados todos en la sala jugábamos “Veo veo”, “Frío y caliente” o “Desafiando a los genios”. También escuchábamos música, bailábamos o hacíamos chistes hasta que llegara la hora de dormir. Una vez en la cama comenzaba el ritual. Mi mamá nos ponía las pajamas y nos mandaba a la cama. Era entonces que él venía ceremoniosamente, cama por cama, a hablar individualmente con nosotros. Se sentaba a nuestro lado y nos preguntaba sobre nuestro día. Era entonces cuando le contábamos nuestros logros, o nuestros temores. Sentado a nuestro lado, acariciando nuestras cabezas, hablaba largamente con cada uno de sus tres hijos. Luego, nos arropaba, según nuestros gustos, nos daba un beso y la bendición. Sin embargo, si teníamos miedo o falta de sueño, se acostaba a nuestro lado a leer o simplemente a acompañarnos hasta que el sueño nos vencía. Ese era mi papá.

Ese modelo novedoso de padre, lo disfrutamos nosotros siempre, hasta el final de sus días. Porque no solo crió a sus hijos de esa manera, también lo hizo con todos sus nietos. Nos amaba tan entrañablemente que hizo hasta lo imposible por estar cerca de nuestros corazones cada una de sus horas, cada uno de sus días. Y su dedicación no fue en vano.

En honor a él y a lo que significó en nuestras vidas, mis hermanos y yo intentamos día a día copiar su modelo. Adoramos a nuestros hijos e intentamos ser para ellos igual que lo que fue él para nosotros. Y ésa es la mejor forma de honrarlo, extender su amor a través de nosotros, generación tras generación, para que éste perdure por toda una eternidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario